Ayer el cielo de Barcelona era inmenso, colosal, crecido. El crepúsculo se vistió con los colores del arcoíris, que una suave bruma, envidiosa, matizó, dándole a la ciudad un semblante espectral. Esos días, los sueños se llenan de duendes, de fantasmas, de criaturas mágicas, de apariciones. Frotas la lámpara y, algunas veces, sale el genio. En esas noches puedes pedir un deseo.
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